Cándido, los otros Juanes y sus vecinos…

Cándido traspasa el umbral de su inicuo destino, en el reto intrépido de su inocente ambición. No más desmayos por el arduo cansancio de la inanición en su incierto devenir. A partir de hoy será un ciudadano de primer mundo, accesará a las altas esferas sociales como triunfador,  podrá decidir el destino de los otros; así como han decidido el de él y el de todas sus pasadas generaciones, aplicará a su juicio las normas que observaran los más débiles, como respuesta a su represión  y contenido dolor.  No habrán más privaciones, el lujo compensará con creces los tristes mendrugos de pan duro con los que ayer alimento su eterna hambre reprimida, mitigará su ansia y desconsuelo, su piel cetrina lucirá bronceada, y sus ojos perderán la gris neblina de la opaca penumbra de su suerte mancipada, será el tirano ante los tiranos, vengara con su desprecio el desprecio que sufrieron sus ancestros, reivindicando el honor de su raza atreves de su semen eyaculado en una probeta  que contendrá  en su ADN, pese a todo el espectro de su símil ilusión, acaecerá su abúlica verdad en el abstracto de su obtusa retórica, conllevando su delirio al desvarió voluntarioso que lo somete al fin de su omnipotente poderío, un empujón atroz lo incorpora a las masas a las que pertenece, devaneándose entre los pasajeros del tren, despierta aun anestesiado, y trata de salir del  andén, mas le es imposible la gente impide su paso y se da cuenta tarde que su estación pasó, , como su sueño paso. En la próxima parada baja en forma desmesurada para retornar a su destino, toma el vagón y espera en lo que escucha a un ciego que canta  a una mujer pérfida aventurera arrabalera, la letra lo hace encontrarse nuevamente ante su barrio, no pierdas tu vida por tres monedas, la verdad se hace para Cándido cada vez más siniestra, la pieza atropella sus sentidos con el peso de su cruel realidad- lléveselas por solo diez pesos, dice el vendedor de tijeras sí no le cortan le devuelvo su dinero- presuroso busca una moneda y compra las tijeras sin razonar, las acaricia, mientras piensa en cortarle las trenzas a Gloria su pequeña hermana, quiere evitar su futuro, no quiere que la llamen arrabalera, prefiere arrebatarle ese cabello salvaje con el que seguro seducirá a los hombres. Antes abriré mis venas y regare mi sangre en un vagón como este a las siete de la noche cuando todos vuelvan, para que se impregnen de ella, para fundir mi pena en sus propias desgracias, que me mira señora- ¿ Va esté loco!- sí estoy loco, me pienso suicidar para saciar mi ira con la falacia de su compasión momentánea, con su admiración estúpida, con su rezo temeroso, seré una historia más de la nota roja, alrededor de mi noticia habrán muchas más. Juan junto a cándido regresa de la fábrica, hace quince años que el tren adormece su cansancio con el cloroformo del diesel que se funde con el aceite quemado y el sudor de otros Juanes en el crisol de las entrañas del túnel, la vieja de enfrente  con la mirada perdida en el limbo, espera igual que todos , el rostro del vecino aun conserva el hollín de la caldera refugiado en sus ojeras, Mateo perdió el empleo, Tomas esconde nervioso el reloj del patrón, mañana lo llevara su esposa a empeñar, mañana miles de otros iguales  vivirán una historia similar, conformándose con esperar nuevamente por ese mismo tren que volverá a pasar a las siete en punto de Pino Suárez hasta llegar a Taxqueña, de donde volverá a partir rumbo a Pantitlan. El “ Machete” anuncia en los titulares de su  página principal una sátira critica al abuso del poder de los tiranos de ayer y de los de hoy, Cándido volverá  a traspasar el umbral de su inicuo destino, soñara con ser tirano, mientras los Juanes y sus vecinos acompañan su viaje con el mismo olor, bajo la misma presión y en el mismo cotidiano acontecer de todos los días.

Carmen Moreno